De libros y otros chuchos 28/1/17

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Un caos llamado mundo

Por Nancy Jácome

Cada día sale el Sol y el pasado jueves fue según Donald Trump el de la victoria, con la puesta en marcha sobre la construcción del famoso muro fronterizo, que fue su lema de campaña.

Pero a río revuelto ganancia de pescador, mientras Trump se pelea con un muro es tiempo de que los mexicanos demos una vuelta de ojos y miremos a nuestro país, que en su tierra y en su gente tiene más que Estados Unidos.

En su gente hay calidad humana, es cierto hay gente floja que vive del trabajo de otros, pero en su mayor parte en el país hay gente que se levanta por la madrugada para cumplir con más de ocho horas de jornada laboral, hay personas que tienen hasta dos trabajos y si se puede venden productos de catálogo para completar el gasto.

Mientras muchos niños de México aspiran a ser un médico o un profesor en EE.UU. los jóvenes quieren ser artistas de cine reconocidos, no estoy en contra de esta profesión, pero cuando analizas realmente qué ofrecen los actores, llegan a veces a ser parásitos de la sociedad.  

Aquellos artistas reales son los que, a través de su virtud y su trabajo, proponen, critican, forjan cambios en la mente de las personas.  Así pues, creo aún hay salvación en el país, pues cada generación va siendo más consciente de su papel en el mundo y muchos de nuestros actores tratan de generar un cambio, aunque a veces no son muy escuchados.

Cuando Donald Trump da sus discursos recuerdo a ese pequeño libro del Aldous Huxley llamado “un mundo feliz”, el cual describe al mundo de los salvajes, que son aquellas personas que no quisieron ser parte del cambio radical, por tanto, viven separados del resto de la civilización, sumidos en la pobreza, en la enfermedad y podredumbre, por otro lado, habla sobre el mundo de la gente civilizada, que de vez en cuando visita sus aldeas más como mero esparcimiento que por aprender algo o ayudarlos.

En esta historia no hay religión, no hay exclusividad sexual, no hay alcohol, en cambio, hay una pastilla llamada soma, que es el equivalente al alcohol, pero sin sus repercusiones. Las obras de Shakespeare y la biblia están prohibidos, pues de acuerdo a Mustafá, inspector de Europa Occidental, “las personas son felices ignorando lo que es la pasión, la vejez, la infelicidad y la muerte”. La civilización encuentra la felicidad en la simplicidad y ese es el precio que se paga por la estabilidad.

Uno entiende la historia cuando los personajes de Lenina y Bernard emprenden el viaje a la tierra de los salvajes, en donde encuentran a una mujer de nombre Linda quién en un viaje anterior se perdió y fue abandonada por su acompañante en aquel lugar, en donde al no contar con sus píldoras anticonceptivas tuvo un hijo a quién denominó John.

El joven salvaje se convierte en el protagonista o en el experimento de ambas civilizaciones, pues al ser hijo de una mujer del mundo civilizado no es aceptado por los salvajes como un miembro, mientras que las historias de su madre sobre un mundo mucho mejor hacen mella en su mente. El joven vive confundido entre el conocimiento de ambas civilizaciones.

Lenina y Bernad se encuentran con ambos, y a pesar del aspecto desmejorado y horrible de Linda, ésta es llevada de vuelta a la civilización, donde sus iguales la ven con desagrado por su aspecto, ahí la fealdad no es aceptada, pero John se convierte en todo un personaje al ser un salvaje.

De esta forma, John va conociendo el mundo de sus padres y contrasta mucho con el mundo en el que se crio, sin duda la plática más reveladora es la que surge entre Mustafá y John acerca de por qué la humanidad cambió tan radicalmente y se sumió en un esclavismo del que no son conscientes y tampoco les interesa estarlo.

La gente prefiere ser feliz a saber la verdad, y para lograr la felicidad eliminaron varios conflictos morales, de tal forma que para John falta moral en la nueva civilización.

Así le pasa hoy a los Estados Unidos, hoy que se han dejado embelesar por palabras al no conocer el problema real. Tal vez en este momento para ellos nosotros seamos los salvajes, pero aún hay esperanza de construir un México mejor, pues poco a poco los mexicanos nos vamos quitando la venda de los ojos y seguimos trabajando desde el alba hasta el anochecer.