Juegos de poder 28/3/17
Cuidado, México con Trump herido
Por Leo Zuckermann
La democracia-liberal está funcionando en Estados Unidos. Los últimos días hemos visto cómo las instituciones le han propinado dos duros golpes al presidente Trump. Un par de jueces federales pararon el nuevo decreto presidencial que prohibía los viajes y migración de ciudadanos de seis países musulmanes. Luego, en un duro revés de una de las promesas más importantes de Trump durante su campaña, el Partido Republicano, el del Presidente que tiene mayoría en el Congreso, no pudo sumar sus fuerzas en la Cámara de Representantes para derogar la reforma de seguros médicos de Obama (mejor conocida como Obamacare) y reemplazarla por una nueva.
Aquí lo hemos dicho una y otra vez: en la política, una cosa son los dichos y otra, los hechos. A los políticos hay que juzgarlos por lo que hacen, no por lo que dicen. Trump es el rey en prometer muchas cosas para tener contenta a su base electoral. Hoy, gracias a su bullshit espectacular, despacha en la Oficina Oval. Pero, como bien afirmaba Mario Cuomo, “se hace campaña en poesía, pero se gobierna en prosa”. Y, hasta ahora, Trump ha sido un maestro del verso que no ha escrito la narrativa de lo que más cuenta para un Presidente: los hechos.
El magnate se presentó como un outsider que quería ir a la Casa Blanca para drenar el pantano de Washington con sus grandes capacidades de negociador. En sus credenciales aparecía su libro, The Art of the Deal (en español El arte de hacer un trato). Pero este volumen en realidad lo escribió su coautor Tony Schwartz, quien creó el mito de la genialidad de Trump para negociar (véase, al respecto, el artículo de Jane Mayer en la revista The New Yorker).
La realidad es que el nuevo Presidente de EU no es el negociador que se esperaba. Ni siquiera ha conseguido los votos de su propio partido que tiene mayoría en el Congreso. En el caso del Obamacare, se rehusaron los más radicales del Tea Party, quienes querían derogar por completo la legislación del gobierno anterior sin reemplazarla por algo nuevo, y los republicanos más moderados, quienes no querían que se perdieran algunos beneficios de la ley. Mala noticia cuando un Presidente ni siquiera consigue los votos de su partido. Los demócratas, en cambio, se mantuvieron unidos en su oposición de modificar el Obamacare.
Mientras tanto, el peso mexicano sigue fortaleciéndose frente al dólar. El viernes, el tipo de cambio fix cerró en 18.75 cuando hace unas semanas estaba en 22. Los mercados están, por un lado, atestiguando el debilitamiento de Trump, lo cual podría ser positivo para las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Por el otro, están recibiendo señales de moderación por parte del gobierno estadunidense en relación con México. Hace mucho que el Presidente no tuitea nada sobre nuestro país. Sus tres funcionarios comerciales (Ross, Lighthizer y Navarro) se han mostrado sensatos en sus propuestas de renegociación del TLCAN. Otros miembros del gabinete (Mnuchin, Cohn, Tillerson y Kelly) han demostrado que entienden la amplitud y profundidad de las relaciones bilaterales y la conveniencia de llevar la fiesta en paz.
Todo este contexto parecería muy positivo para México después de los arrebatos de Trump en contra de nuestro país en su campaña y primeros días como Presidente. Pero, ojo, más que confiarnos, es momento de no bajar la guardia.
Trump, en los hechos, está herido. En las próximas semanas puede seguirse debilitando. Pero también puede ocurrir algo que lo fortalezca. A escena podría entrar el fascista que tiene como estratega en jefe: Steve Bannon. Este ultraderechista pretende reventar el sistema político estadunidense que, según él, no funciona. Y, para muestra, un botón: el fracaso de la derogación del Obamacare. Con toda seguridad, Bannon piensa que no se pudo porque Washington está más podrido de lo que él pensaba. Por tanto, lo único que puede salvar a Trump es apelar directamente a su base electoral, ya no sólo con bullshit populista, sino con algún evento que lo haga popular. Los manuales fascistas recomiendan un acontecimiento muy espectacular que galvanice al pueblo en torno a su líder con un chivo expiatorio a quien culpar. Y ya sabemos quiénes son los villanos favoritos de Trump: los musulmanes, los chinos y, sí, nosotros, los mexicanos, los que viven en ambos lados del río Bravo. Así que cuidado con el Presidente de EU ahora que está herido. Nuestro gobierno, en este sentido, tiene que irse con los pies de plomo.