Bitácora del director 5/5/17

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Por Pascal Beltrán del Río

La edad de oro

El pasado 20 de enero, Donald Trump se convirtió en el Presidente más viejo de Estados Unidos.

Este 15 de mayo, Emmanuel Macron podría convertirse en el Presidente más joven de Francia.

Trump llegó a la Casa Blanca a los 70 años, edad que cumplió el 14 de junio.

De confirmarse su triunfo en la segunda vuelta electoral el próximo domingo (prevista por todas las encuestas), Macron llegaría al Palacio del Elíseo a los 39 años, edad que alcanzó el 21 de diciembre.

Más de tres décadas de vida separan a Trump de Macron, lapso casi idéntico al que hay entre el más joven y el más viejo de los aspirantes a la Presidencia de México en 2018.

Ricardo Anaya tiene 38 años de edad, uno menos que Macron. Le sigue, en orden ascendente, Aurelio Nuño, con 39, nacido nueve días antes que el político francés. Luego, Rafael Moreno Valle, José Antonio Meade, Eruviel Ávila y Luis Videgaray, quienes tienen 48 años. Después, Margarita Zavala, 49; Miguel Ángel Mancera, 51; Miguel Ángel Osorio Chong, 52; Jaime Rodríguez El Bronco, 59; Jorge Castañeda y Andrés Manuel López Obrador, 63, y Ernesto Ruffo, 64. El más veterano de quienes son mencionados como aspirantes presidenciales es José Narro Robles, con 68 años de edad, dos años y medio menos que Trump.

Cuál es la edad ideal para ser Presidente de la República, pregunto a José Elías Romero Apis, mi compañero de páginas y gran conocedor de los usos y costumbres de la política mexicana.

-Yo diría que entre 45 y 55 años –me responde–.

-¿Por qué?

-Es una edad óptima en el hombre político. Ha tenido formación, tiene experiencia y salud plena. Muchas profesiones, como la política, la abogacía y el periodismo comparten la característica de que los hombres que se dedican a ellas requieren de tiempo para alcanzar su nivel óptimo.

“Sólo el tiempo les da experiencia, seguridad, fortaleza, conocimiento, prestigio, respeto, valentía, templanza, moderación... Claro, el tiempo también quita cosas, como el idealismo, el vigor, la esperanza y la tolerancia. Por eso creo que quienes tienen en política entre 45 y 55 años de edad poseen el mayor acopio de las virtudes que da el tiempo y aún no pierden ninguna de las que el mismo tiempo quita”.

De los 21 presidentes de la era posrevolucionaria, el más joven ha sido Emilio Portes Gil, quien llegó a La Silla a los 38 años de edad, y el mayor ha sido Adolfo Ruiz Cortines, quien se sentó en ella a los 62.

Cronológicamente hablando, el primero de ellos, Venustiano Carranza –de cuyo ascenso al poder se cumplió un siglo el pasado 1 de mayo– se convirtió en el Presidente de la República a los 57 años (antes de eso había sido encargado del Ejecutivo). El actual, Enrique Peña Nieto, lo hizo a los 46.

El promedio de edad en el que esos 21 hombres alcanzaron la cima de la política es de 45 años.

De los 14 aspirantes presidenciales mencionados arriba, la mitad está actualmente en el rango del que habla Romero Apis (Ávila, Mancera, Meade, Moreno Valle, Osorio, Videgaray y Zavala), mientras que cuatro ya son mayores de lo que era Ruiz Cortines cuando tomó posesión (Castañeda, López Obrador, Narro y Ruffo). Todos menos Anaya y Nuño rebasan la edad promedio de los 21 Presidentes de la República que México ha tenido de 1917 a la fecha.

Como la toma de posesión del próximo Presidente de México será el 1 de diciembre de 2018, sume usted año y medio a la edad de los aspirantes para saber la edad a la que llegarían a Los Pinos.

La recopilación de los datos anteriores no tiene como propósito decir quién debería ser Presidente y quién no, sino sólo servir de referencia histórica.

De hecho, como lo demuestran los casos de Trump y Macron, la edad no es impedimento para aspirar a la jefatura de una nación, ni siquiera en el caso de potencias como Estados Unidos y Francia.

Ni la vejez del primero ni la juventud del segundo se han interpuesto en sus respectivos caminos.

Sin embargo, como bien apunta Romero Apis, el tiempo da y quita cosas que la voluntad del hombre frecuentemente está mal equipada para sustituir. Sobre todo en profesiones como la política.