Sergio González Levet - Mateo Oliva
Sin tacto
Por Sergio González Levet
Mateo Oliva
Lo dijo con certeza ayer Manuel Vázquez en Radio Más: La música de Veracruz está de luto.
La mala noticia anduvo corriendo desde temprano en los corrillos universitarios, entre los músicos de todas las tonalidades que tiene nuestro estado, con el público que tanto gozó de su arte y su talento para la composición y para la interpretación.
En pleno Día del Maestro, el jueves 15 de mayo de 2014, falleció el Maestro Mateo Oliva Oliva, naolinqueño por la rama materna y la paterna de su familia -que es única en aquellos lares- y digno vástago, representante non, de un pueblo que se precia de tener enormes talentos musicales.
De Mateo, tan conocido y famoso, tan reconocido, casi resulta innecesario decir su biografía, pero vale recordar que fue alumno distinguido del Conservatorio Nacional, en donde recibió muchas enseñanzas, pero sobre todo la de otro autor genial, don Pablo Moncayo, quien le insufló el nacionalismo que lo impulsaría a hacer arreglos sinfónicos para el son jarocho, para la música huasteca, y a introducir ambos a las salas de concierto, como su insigne maestro había metido antes el mariachi.
En los 60, ya graduado como músico profesional, se desempeñó como trompetista de la Orquesta Sinfónica de Xalapa y pronto su inquietud lo llevó a formar un conjunto musical, que sería el embrión de su obra maestra, la Orquesta Universitaria de Música Popular, que hizo realidad en 1974 gracias al apoyo del entonces rector Roberto Bravo Garzón, con quien debe estar ahora en otro mundo celebrando lo mucho y bueno que hicieron en éste por el arte veracruzano, que es decir mundial.
Mateo y Roberto no están solos allá, porque seguramente ya debe tener listo su ballet Miguel Vélez Arceo para armar un fandango inigualable en los rastros celestiales.
Antes de la Popular, el maestro Oliva había fundado también el coro Versalles y después la orquesta sinfónica juvenil de Xalapa.
Mateo Oliva es sin duda uno de los mejores arreglistas de México. A la música autóctona jarocha sumó también el rescate sinfónico de nuestro autor popular más grande, Agustín Lara.
Veracruz, el Lamento, Farolito, Acuérdate de Acapulco, pudimos escucharlos como nuevas composiciones y descubrirlos en todo su esplendor gracias a Mateo Oliva, interpretados por su propia orquesta de música popular o por la sinfónica mayor de Xalapa.
Los últimos años de su vida Mateo los pasó entre su gente, pues decidió regresar a vivir a Naolinco, en cuyas calles y callejones discurría pensando la música, interpretando la música en su interior y creando los arreglos luminosos, los adornos musicales que revelaban detalles magníficos de obras que todos creíamos conocer.
He hablado del músico genial, del arreglista inigualable, pero me falta hablar del hombre: era tranquilo, bondadoso, compartido, como correspondía a su talante y su talento. Digno representante del mejor tipo de naolinqueño, era un personaje bien hecho y con la mejor materia prima, como los botines Victoria.
Descanse en paz… y esperamos todos el homenaje que se merece.
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