Manuel Zepeda Ramos - ¿Y si el burro toca la flauta?

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Montes. Fuera de este percance, imperdonable -producto de la necesidad y el pundonor de Luis, como un novillero en la Plaza México, de estar por primera vez en el evento más importante de su profesión después de haber luchado como un guerrero incansable durante cuatro años en busca de un boleto que lo catalogue como un personaje visible-, la Selección Mexicana de fútbol que yo vi jugar frente a Ecuador el sábado pasado fue un conjunto bien estructurado, con reserva humana suficiente y necesaria en la banca, que tocó el balón todo el tiempo; tanto, que el equipo sudamericano no se notó que no fuera por el tremendo patadón al joven jugador mexicano que lo deja sin boleto mundialista y el juego rudo demostrado durante 90 minutos de partido.

No es poca cosa.

 

El equipo profesional nacional de fútbol de la república de Ecuador es un equipo ya prestigiado en Sur América, que clasificó para el mundial del Brasil con medallas y merecimientos demostrados durante el proceso de eliminatoria que lo convirtieron en un prospecto digno de competir. Ahora, ante el poderío mexicano demostrado, hay que decirlo sin rubores, Ecuador se vio como un equipo menor.  Hace unos días, en su etapa de preparación, el equipo sudamericano se enfrentó a la naranja mecánica en Ámsterdam obteniendo un satisfactorio empate a un gol. Por cierto, el sábado mismo Holanda se enfrentó a Ghana, ganándole apenas con un solo gol, Pírrico, con la que la prensa especializada tuvo para destrozar al equipo holandés cuando solo falta una semana para la inauguración en Brasil, precisamente con el encuentro del país anfitrión con el equipo del país africano, Camerún, ambos equipos integrantes del grupo en donde está México y Croacia.

Ya que estoy analizando el comportamiento de los equipos que asistirán al mundial, también el sábado pude ver el encuentro de Irlanda con Italia, juego que se caracterizó por el aburrimiento extremo y con un empate. Fuera de otra lamentable pérdida de un jugador de Italia con fractura igual a la de Montes en la tibia y el peroné, los equipos demostraron que no andan bien o, en el mejor de los casos para no desprestigiar a su fútbol de tantos años de prestigio, no han alcanzado el nivel que una fiesta de este tamaño exige para trascender.

Sucedió lo mismo ayer domingo en donde nuestro rival, Camerún, empató a dos goles ni más ni menos que con la selección alemana. Mañana la prensa germana habrá de hacer puré al equipo teutón que ya ha ganado varios mundiales.

Hacía mucho tiempo que no veía al tricolor jugar como lo hicieron el sábado. Para empezar, no pararon de moverse un solo instante, ni cuando se suscitó la tragedia. México siguió jugando con un toque de balón como nunca antes lo había visto o, al menos, en mucho tiempo.

¿Es probable que en su próximo encuentro amistoso del martes contra Portugal veamos a un México diferente al que vimos contra Ecuador? Es probable. Y también digo que sería muy triste.

Pero también puedo afirmar que han encontrado en esta época el tempo de juego, ese instante mágico y su distancia entre jugadores que un equipo requiere para mover el balón con seguridad e inteligencia, quizá porque han encontrado también esa vergüenza que un jugador bien pagado debe tener cuando se presenta ante su público que a pesar de todo lo sigue a donde vaya, así sea por la magia publicitaria, intensiva, de los monopolios televisivos de nuestro país.

¿Qué una golondrina no hace verano? También es cierto.

Desde esta tribuna he sido particularmente crítico con el tricolor. Su llegada al mundial no es siquiera vergonzosa. Es inaudita. Técnicamente no debió de asistir. El gol de Estados Unidos en los últimos segundos dejó fuera a Panamá por pura suerte.

Pues por esa vergüenza con suerte, quizá el equipo y su técnico han encontrado esa oportunidad de no ser el equipo que “juega como nunca y pierde como siempre” y es capaz de darle a su afición esa posibilidad de pasar al quinto juego, al menos, para paliar la amargura futbolística de un pueblo que, a pesar de todo, lo sigue hasta la ignominia.

A lo mejor el burro toca la flauta, aunque sea para llegar al quinto movimiento.

El sábado tocó el balón todo el partido, tiró a gol, anotó y demostró un juego de conjunto que no había tenido. Si sigue así, puede haber resultado.

¿Acaso este mundial será para equipos emergentes que tienen algo que decir como lo demostró Camerún con Alemania ayer en Europa ante el asombro del público? También puede ser.

Total, falta muy poco para saberlo, si el pueblo brasileño lo permite porque está muy beligerante y enojado por los tiempos que allá se viven.

 

Veremos.