Sergio González Levet - De dos años

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En dos años caben 730 días (731 si uno de ellos fuera bisiesto, pero no es éste el caso). Caben asimismo 24 meses, 14 de ellos de 31 días, ocho de 30, y dos de 28). Y en ese periodo transcurren ni más ni menos que 104 semanas (más el .2857 de otra más, que significa dos días, si hemos de ser exactos).

En dos años pueden suceder muchas cosas o muy pocas, según se trate de una vida activa, intensa, productiva, o de una existencia abandonada en el laissez faire et laissez passer (la expresión francesa original se completa con la frase: le monde va de lui même, y así queda, en castellano: Dejen hacer y dejen pasar, el mundo va solo).

 

En dos años, por ejemplo, un bebé puede crecer desde la lasitud de su cuna hasta convertirse en un huracán de calorías que lo hace moverse a él, a sus cercanos y a toda la casa en un misterio insondable de nuestra naturaleza humana. Debe decirse también que los nenes se transforman para bien en productores permanentes de gracias y gracejadas, de ocurrencias y mimos que nos mueven la ternura y el amor hasta niveles celestiales (como es el caso de los Emis, que tanto disfrutan sus padres; felicitaciones a Javier, a Alberto, y a Eugenio, que entra en esta tesitura).

En dos años se consolida una pareja y una familia. Y si se sigue la costumbre, nace la primera hija o el primer hijo, según sea el caso. En otra variante, hay tórtolos que emplean ese periodo para terminar de disfrutar su noviazgo sin la premura de tener que llevar a la novia a su casa todas las noches. (También llega a ocurrir que empieza y termina la época dorada del matrimonio, y se tiene el tiempo para deslindar las negociaciones del divorcio, qué le vamos a hacer).

En dos años y ya en el plano de la vida pública, un funcionario de primer nivel -digamos por decir: un gobernador- tiene el tiempo justo para hacer un ejercicio notorio, para poner orden en lo atrasado, para organizar la administración con vistas al futuro inmediato. Incluso, para iniciar grandes obras… Iniciar, conste.

En dos años se debe plantear un plan de desarrollo sui generis, porque viene siendo un plan de un tercio y sólo se puede proponer lo inmediato, las acciones con resultados a corto plazo.

En dos años no da tiempo -o casi no da- de correr a nadie. Al jefe y a sus colaboradores sólo les alcanza para trabajar a tiempos corridos, sabiendo que no habrá corridos.

En dos años, y en el mismo plano público, es el tiempo justo para mantener la “luna de miel con la sociedad”; para que no maduren los enconos si los hay; para que las promesas queden vigentes porque no se han podido cumplir a falta de tiempo; para que el ejercicio del poder se mantenga intacto, intocado, prístino.

En dos años, no se olvide, realizó su mandato quien está considerado uno de los mejores gobernadores de la historia de Veracruz:

El Hombre Leyenda, don Fernando Gutiérrez Barrios.

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