Leo Zuckermann - Los estadios convertidos en cantinas
Los estadios convertidos en cantinas
Nunca había visto tantos borrachos en un partido de futbol como los que vi en los que jugó la Selección Mexicana en la Copa del Mundo Brasil 2014. A ratos el estadio parecía más una cantina que arena deportiva. En lo personal no tengo nada en contra del consumo de alcohol. Cada quien tiene derecho de meterse en su cuerpo lo que le venga en gana. El problema es que tanta borrachera tiene el potencial de afectar al otro público que asiste al estadio, es decir, aquellos que van con sus familias incluyendo los niños. Y es que nunca falta el aficionado ebrio que se violenta y comienza a molestar verbal y hasta físicamente a aquellos que sólo están ahí tratando de disfrutar de un buen partido de futbol.
Parece increíble, pero este problema es fomentado por la propia FIFA. En su afán por ganar más dinero (como si no fueran suficientes los ingresos por los derechos televisivos y la venta de productos comerciales), la Federación Internacional de Futbol Asociación vende miles de boletos llamados hospitality en cada partido. Estas entradas son más caras que las normales porque los tenedores tienen derecho a llegar dos horas antes al estadio a unos pabellones especiales donde hay barra libre de todo tipo de bebidas alcohólicas (whisky, vodka, vino, etcétera). Durante el partido y el medio tiempo pueden seguirse sirviendo y, una vez terminado el encuentro, pueden permanecer otras dos horas más a continuar consumiendo. Como los boletos son carísimos, muchas personas tratan de sacarle provecho a lo que pagaron bebiendo como corsarios. De esta forma, durante el Mundial de Futbol, el alcohol corre en los estadios como si fueran cantinas.
Insisto: yo no tengo nada en contra del alcohol y de los lugares donde se vende este producto. El problema son las externalidades negativas que generan los borrachos a los aficionados sobrios. Los gritones que se ponen a recitar todo tipo de groserías de mal gusto y los que, en el delirio del alcohol, se empiezan a comportar como animales. Los adultos sobrios pueden soportar un ambiente así y hasta divertirse. Pero los niños carecen de la madurez para entender muchas de las escenas patéticas.
Me parece un error que la FIFA fomente el potencial problema de un padre cuestionándose si vale la pena llevar a sus hijos al estadio. Porque una cosa es el consumo de cerveza que vemos en nuestras arenas deportivas aquí en México y otra muy diferente es lo que yo atestigüé en Brasil donde abundaban los que traían una borrachera de antología.
No es gratuito, por ejemplo, que una persona tomada no pueda abordar un avión. Ninguno de los otros pasajeros quiere escuchar las necedades de un ebrio o incluso liarse a golpes con éste. Pero un estadio no es un avión. Es un espacio abierto donde hay aficionados que quieren echarse un trago disfrutando del partido. Eso está bien. El tema es de moderación. Aquí en México lo hemos resuelto permitiendo sólo la venta de cervezas que tienen un menor contenido alcohólico. Ciertamente, a la salida del estadio, uno observa borrachines que se les pasaron las chelas. Pero nada grave y nada comparado a lo que yo vi en Brasil: escenas más propias del Tenampa que de un partido del Mundial.
La FIFA debería cambiar su política de venta de alcohol para proteger al segmento familiar. Una opción es sólo permitir el consumo de cervezas en el estadio como aquí en México. La otra alternativa es segmentar las tribunas en dos bloques. Una parte del estadio donde se sirva alcohol y otra donde no. Separarlas con barreras físicas y policiales. Así, de un lado estaría el “modelo cantina” de futbol y del otro el de “espectáculo familiar”.
Si la FIFA no hace nada, y en su búsqueda de más dinero (como si lo necesitara) sigue fomentando el consumo indiscriminado de alcohol con barras libres en el estadio, el segmento familiar podría irse reduciendo, lo cual es una tontería porque los chavos disfrutan mucho de este deporte en vivo.
“Ya sólo falta que pongan unas muchachas para convertir el estadio en cabaret”, me dijo un amigo cuando le conté esta historia. El chiste tiene algo de fondo que es muy cierto: los adultos estamos imponiendo nuestro modelo de entretenimiento en el futbol y de esta forma expulsando a los menores de edad. No es correcto. Es un mal mensaje tanto consumo de alcohol en un estadio como si fuera cantina. Paradójicamente, mientras en la cancha están jugando un deporte sano, en las tribunas los espectadores se están poniendo unas borracheras de campeonato.
Twitter: @leozuckermann