Rubén Pabello Rojas - La protesta social

el

POLIANTEA

La protesta social

Rubén Pabello Rojas

En 1517 Martin Lutero produjo un documento que iniciaría el camino de la separación de la Iglesia Cristiana, dando inicio al gran cisma religioso que tuvo hondas repercusiones no solo en la iglesia sino también en el ámbito político de esa época. Nació así el Protestantismo como movimiento puramente de inconformidad con algunas de las normas imperantes hacia adentro de esa doctrina.

Si se atiende al significado gramatical de la palabra, protestar significa disconformidad, oposición o queja contra alguna cosa. La acción de protestar conlleva, obviamente  la realización de todos aquellos hechos tendientes a manifestar ese rechazo contra alguna circunstancia que afecte tanto  al individuo como a la comunidad.

En la actualidad las formas de protestar se han convertido en el modo más eficaz, por medio de la presión, para obtener la atención de la autoridad,  que lleve a solucionar cualquier problema de la dimensión que sea, pequeño o mayor, utilizando métodos que en muchos casos transgreden el orden legal.

 

Ha sido por una parte la evolución por medio del dialogo democrático, lo que faculta a los ciudadanos a manifestarse públicamente y protestar por alguna causa que les afecte, por otra, por imitación, aunada a la referencia obtenida, a través de los medios actuales de comunicación que informan de protestas en otras latitudes; cómo se reta y desafía a la autoridad en encuentros callejeros donde la violencia es automática.

Hoy es común ver  en las ciudades, las vialidades colapsadas por protestantes que por alguna causa, aun siendo fútil, impiden el paso libre de vehículos que, como consecuencia, alteran todo el flujo normal del tránsito y descompensan la actividad normal de la comunidad provocando todo género de inconveniencias y dañando correlativamente la economía de el sitio bloqueado.

Si se trata de una nueva construcción, ya sea de dos pisos o de 30, los vecinos siempre se sentirán afectados, y protestaran cerrando calles e impidiendo el libre tránsito. Si no están conformes con un agente municipal, elegido conforme a la ley, interrumpirán el paso y obligaran al alcalde a negociar  el quebranto de la norma. Si no accede lo retendrán, forma eufemística de llamar al secuestro, para obtener lo deseado, sea razonable o no, como le sucedió recientemente al presidente municipal de Xalapa, Américo Zúñiga en la congregación de “El Castillo”.

El  vapuleado Centro Histórico de la Capital del Estado, todo el tiempo sufre las consecuencias de marchas, bloqueos, plantones y toda una gama de inconsecuencias que padecen quienes por ahí deben transitar, para atender negocios o tramites o por tener ahí sus domicilios; manifestaciones que pretenden, por la presión, lograr ser atendidos en la solución de sus problemas.

Es necesario entender que nadie protesta por gusto. Siempre existe un motivo generador, lo que obliga a la autoridad correspondiente, en este caso la Secretaria de Gobierno, a remediar  el asunto, lo que no siempre se hace ni con eficacia ni con el grado de atingencia que solvente el problema de raíz y así vuelve a presentarse el fenómeno.

La lista de protestas y protestantes es enorme, crece al infinito. Cada vez es más extendida esta práctica y en algunos casos, por su abuso y prevaricación, se torna en una verdadera industria que, por supuesto, genera corrupción oficial.

Sin desconocer que la protesta es un derecho que tiene, garantizado por la Constitución, todo individuo u organización dentro de los límites que esta concede, se ha extremado este derecho hasta volverlo negativo y tolerado por quienes deben erradicarlo, resolviendo los problemas desde su origen.

Desde luego no se trata de alimentar lo que se ha llamado la criminalización de la protesta social ni del activismo social, cuando es por una causa justa o una razón evidente, lo que es inadmisible es la proliferación de movimientos públicos, causados por cuestiones menores que no ameriten la injustificada protesta callejera de diez personas cuando, por motivos insignificantes, bloquean una vialidad afectando a terceros.

 

Cuando una sociedad mantiene satisfechas sus necesidades y encuentra abiertos los caminos para su equilibrado desarrollo, no opta por la presión, fuerza o violencia para obtener lo que la ley le concede. Por el contrario cuando existe pobreza, hambre, desempleo, insalubridad, rezago educativo, injusticia, impunidad, corrupción, falta de vivienda digna, abusos o indiferencia de sus autoridades, inconformidad política y muchas otras carencias, comparadas a las bíblicas “Diez plagas de Egipto”, es cuando estalla lo que puede considerarse como justificada la protesta social, cuando no existe respuesta idónea de la parte institucional.