La soledad en una botella de alcohol

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* Cuatro de cada diez personas que sufren problemas de alcoholismo, son mujeres y la edad de inicio en el consumo de bebidas embriagantes cayó de los 16 a los 14 años, indican informes del sector salud   

* A sus 15 años, Marbelia era una chica con aspiraciones; crecida en un ambiente más o menos próspero, pero que tuvo el infortunio de caer en las garras del alcoholismo, que la condujo a un abismo del que años más tarde logró salir avante

Édgar Escamilla

Poza Rica

El Centro de Integración Juvenil, reporta que por cada diez personas con problemas de alcoholismo, dos de ellas son mujeres, cuyas edades oscilan entre los 16 y los 30 años; índice que se ha incrementado en los últimos años, según advierte el organismo.

 

De acuerdo con la casa encuestadora Consulta Mitofski, la edad promedio en la que los mexicanos se inician en el consumo de bebidas alcohólicas es de 17.4 años; lo que varía conforme al género, pues mientras los hombres lo hacen a una edad más tempranas (16.8), las mujeres inician 1.5 años más tarde. Otro dato que llama la atención es que 27 por ciento de la población y  33 por ciento de los hombres declaran haber consumido sus primeros tragos antes de haber cumplido los 16 años, y el primer contacto se da en las fiestas con amistades.

La Organización Mundial de la Salud, a mediados de este año, advirtió que México se encuentra en el décimo lugar a nivel Latinoamérica en el consumo per cápita de alcohol, con una ingesta promedio de 7.2 litros anuales, mientras que países como en Chile, la cifra se dispara a los 13.9 litros.

En este mar de cifras, surgen las historias de hombres y mujeres que cayeron en abuso del consumo de alcohol, cada una de ellas con un detonante diferente, pero que comparten el problema en común, perdiendo en ocasiones sus propiedades, salud física y emocional, así como a sus familias.

Por fuera pareciera una casa más de aquella colonia clasemediera; un anuncio luminoso la hace resaltar por encima de las demás. Una doble AA indica las actividades que se desarrollan en su interior, donde existe un mundo de historias de personas que creyeron haber encontrado en el alcohol, las fuerzas para lograr lo que antes no se habían atrevido; un amigo con quien compartir las penas o el cariño que nadie más les pudo dar.

Marbelia es una de estas mujeres que creyó encontrar una respuesta a sus problemas en el fondo de una botella; quien por fortuna, pudo reaccionar a tiempo y reiniciar su vida.

“Si pudiera retroceder el tiempo, cuántas cosas me hubiese evitado, pero no, no lo puedo retroceder, pero si puedo regalarte parte de mi vida:

Tenía aproximadamente 15 años y estaba llena de ilusiones. Toda una jovencita con una vida por delante, aunque un poco triste por no haber podido continuar mis estudios como era una de mis ilusiones, pero el anhelo de ser alguien en la vida me impulsó a buscar una carrera aunque fuera corta. Estudié para cultora de belleza, pero eso solo era el principio,  quería algo más; eso me parecía algo muy chico.

A mi corta edad, como toda joven me enamoré de un chico un poco mayor que yo, me gustaba mucho… era alto, moreno, de pelo lacio y con unas piernas bien formadas, en fin, encantador para mí. Un buen día, unos amigos me contaron que lo vieron besándose con otra mujer, eso me llenó de celos, envidia y mucha rabia; me sentía impotente, ya que lo había idealizado.

Sin investigar si fue cierto o no, esa decepción me llevó a tomarme el primer trago de alcohol, desconocía qué me deparaba el futuro. Fue el principio de una enfermedad llamada alcoholismo, y así como esa, surgieron muchas desilusiones más, mientras crecía dentro de mí la frustración, ansiedad y depresión por la misma soledad. El resentimiento en contra de los hombres crecía cada día, buscaba en cada hombre vengarme de lo que el anterior me había hecho, y por consecuencia bebía más cada día.

A los 18 años me entregué a un hombre mucho mayor que yo, creyendo que ya la había hecho, pensé que iba a valorar mi virginidad, me pondría un buen departamento y me daría oportunidad de estudiar, me daría dinero para mis gastos, pero nada de eso sucedió; al contrario me mandó por un tubo, cuando su esposa se enteró, quería morirme. Pensé ¡tierra trágame!, y ahora ¿qué voy hacer, qué va ser de mi vida?, para olvidar, seguí tomando más cada día y viví una vida ingobernable, cada vez más hundida en la soledad.

Tenía muchos sentimientos de culpa, ya que el ejemplo que mi madre me había dado era todo lo contrario a lo que yo hacía, quería olvidar, ¡sí, olvidar y empezar de nuevo!

Hoy me desperté muy contenta, satisfecha de no haber tomado el día de ayer. No amanecí cruda, ni tengo sentimientos de culpa, muy pronto cumpliré un aniversario más sin probar una sin gota de alcohol. Mi hijo mayor está en la universidad de Monterrey y el menor en la secundaria.

Te preguntarás por qué te platico esto y no es por presunción; fui una joven como cualquier otra, llena de ilusiones, quería hacer una carrera universitaria y que al no lograrlo, terminó por frustrarme. Poco a poco el alcohol me fue atrapando en sus redes, primero me hizo reír y disfrutar, pero más adelante la vida me la cobró con creces, empecé a sentir que la vida no tenía un significado, aunque ya me había casado y tenía dos hijos, no me importaban, la obsesión por el alcohol era más fuerte.

A ti, mujer que ríes, que bailas; que sientes que la vida te debe algo, que sufres interiormente o que piensas que estás sola, déjame decirte que no lo estás; existe un grupo de hombres y mujeres que algún día, como tú, sentimos que la luna era de queso y que podíamos comérnosla a mordidas o que el mundo era nuestro, que había que vivir, disfrutar; bueno al menos eso creímos. Los lugares elegantes llenos de bullicio, la playa, ¿quién no recuerda los amaneceres en la arena, tomando?, creyendo que eso era vivir, pero al día siguiente, despertar con la espantosa cruda moral, física y económica, pensando en qué había pasado el día de ayer.

La juventud se va, no dura mucho tiempo y cuando quieres, ya no puedes parar de beber; buscas a los que se dicen tus amigos, pero desaparecen cuando más los necesitas; se alejan aquello que decían que daban la vida por ti; te encuentras sola amargada frustrada, sintiendo que la vida no vale nada.

 

Un día, llegué a un grupo de Alcohólicos Anónimos. Desde el primer día sentí algo nuevo dentro de mí, aunque llegue cargando un pesado costal lleno de los atormentadores fantasmas del ayer que no me dejaban vivir; pronto mi vida empezó a cambiar y ahora soy una mujer totalmente libre de la obsesión del alcohol, gracias. Amiga si sientes que en algún momento de tu vida  el alcohol te está ocasionando problemas, llámanos y con mucho gusto estaremos contigo.”