La Cihuatéotl de Noqhla

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Investigadores a cargo del proyecto, reportan este particular entierro junto al altar principal

 

Édgar Escamilla

Poza Rica

 

“Xanath” era una hermosa totonaca que habitaba la aldea de Noqhla allá por los años 800 D.C. En el mejor momento de su juventud se habría enamorado y producto de ese amor, se encontraba embarazada al momento de su muerte. Primigesta, su alma fue reclamada por el sol y su cuerpo enterrado al poniente del altar principal de la familia, quienes la adoptaron como su protectora, mientras se unía en cada atardecer al peregrinar del astro rey en su camino hacia el inframundo, para después alejarse convertida en bella mariposa.

 

Entre los grandes secretos que guardaba esta pequeña zona arqueológica, ubicada al sureste del municipio de Poza Rica, se encuentra el entierro particular de una joven mujer, la cual de acuerdo a las características, se trata de una “mocihuaquetzque” o mujer valiente; divinizadas al grado que partes de sus cuerpos eran considerados preciados objetos por los guerreros y magos.

 

 

Hugo Juárez Tablero, responsable del proyecto ecoarqueológica de Noqhla, comenta que durante la investigación dirigida por la arqueóloga Patricia Castillo Peña, el arqueólogo Delfino Pérez Blas, reportó el hallazgo de un entierro en la parte poniente del altar principal, en el cual se encontraban los restos de una joven mujer, quien presentaba navajas de obsidiana incrustadas en el húmero izquierdo.

 

Las investigaciones preliminares apuntan a que se trata de una “mocihuaquetzque” o mujer valiente, que murió durante la labor de parto y que en ese momento se incorporó a las “cihuateteos”; mujeres divinas que están viviendo en el cielo, y que son las guerreras que acompañan al sol del medio día hacia a la tarde, antes de que ingrese al inframundo.

 

La mitología prehispánica refiere que cuando se levanta el sol, después de haber permanecido toda la noche en el inframundo, los guerreros muertos en batalla lo reciben y acompañan con cantos de guerra hasta que alcanza el cenit.

 

Cuando el sol llega al mediodía, estos guerreros se convierten en colibríes y se dispersan por todo el cielo. Es en este justo momento, cuando las cihuateteos o mujeres divinas se unen a su peregrinar por el cielo, acompañándolo con cánticos y risas de júbilo, cubiertas con sus ropas nuevas y luciendo sus cabellos lavados y escurridos a los lados del cuerpo.

 

Mientras avanzan van cantando y encienden incienso; se les ve alegres, en total algarabía en el continuar constante del sol hasta caer la tarde, cuando lo depositan en el inframundo y se despiden convirtiéndose en mariposas.

 

A la labor de parto se le conocía como “la hora de muerte”. Cuando había un problema para que naciera el bebé, la partera destazaba el cuerpo de la madre con cuchillos de obsidiana para extraerlo; pero cuando no aceptaba, dejaban a la mujer sola. Si llegaba a morir, se consideraba que el sol la había visto tan valiente, que trascendía y la llevaba con él para acompañar su andar por el cielo.

 

Tal era la pureza y valentía de “Xanath”, que el señor sol la reclamó para sí. No pudo disfrutar de su primer hijo, pero su entrega fue reconocida y ahora protegía a su familia desde lo más alto del cielo.

 

Se trata de un entierro aparentemente primario, pero en eventos prehispánicos posteriores, comienzan a tomar parte de las extremidades del cuerpo en el peregrinar constante de los grupos indígenas.

 

Probablemente la familia que habitaba Noqhla parte del lugar y toman algunos fragmentos de huesos para llevarlos consigo a la nueva morada y tener la protección de su ancestro. Solo algunos restos permanecieron en el sitio durante mil cien años.

 

De acuerdo con el arqueólogo Juárez Tablero, Noqhla es un núcleo familiar plenamente identificado. El arqueólogo Pérez Blas reporta un taller de herramientas líticas y aparentemente no hay mucha variedad de procesos productivos y se considera que se dedicaban solo a esta actividad y a la agricultura.

 

Se trata de un hallazgo único hasta el momento en la zona de influencia de la cultura Tajín; un entierro que da cuenta de las actividades humanas que se desarrollaron en el año 800 D.C. en el municipio de Poza Rica, que hasta hace un par de años atrás, se consideraba que no contaba con un pasado milenario como el resto de la región totonaca.