Apoyando más allá del deber

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Voluntarios de la Cruz Roja llevan pan y café a hospitales

Édgar Escamilla

Poza Rica

Aquella fría noche, se encendieron las luces de la ambulancia VER-467; los voluntarios y paramédicos se apresuraron para subir los insumos, tan pronto como pudieron, treparon todos juntos al interior del vehículo de socorro; la misión en esta ocasión no era atender a los heridos de algún accidente, transportar a alguna mujer que estaría a punto de dar a luz y mucho menos se trataba de una falsa alarma, había un gran motivo para salir corriendo: llevar un poco de calor humano, no a los pacientes, sino a los familiares que se encuentran montando guardia fuera del hospital, en espera de alguna noticia.

La luz azul al interior del vehículo genera un ambiente frío, que se conjugaba con la baja temperatura y el chipi chipi de la llovizna. No obstante, se percibía una atmósfera cálida, todos estaban deseosos de salir pronto, así que se apuraban unos a otros para que la ambulancia emprendiera su marcha.

 

Entre uno y otro chascarrillo, la ambulancia emprendió su camino por el bulevar Lázaro Cárdenas, que para ese momento presentaba una cantidad de tráfico inusual, así que avanzó sin mayor contratiempo hasta llegar a la avenida Puebla. Las pequeñas gotas de lluvia retachaban en los cristales.

Veinte minutos después, todos estaban ya frente al Hospital Regional de Poza Rica, una mole de acero y concreto que resguarda en su interior miles de historias, muchas de ellas de dolor, cuando desafortunadamente alguno de los pacientes pierde la vida, pero muchas más de lucha, entrega y sacrificio; de niños que llegan a este mundo luego de nueve meses de gestación o de aquellos pequeñitos que libran grandes batallas contra enemigos como el cáncer.

También están las historias de accidentados o pacientes con padecimientos crónico-degenerativos; de esta ciudad o de municipios tan alejados en lo profundo de la Sierra del Totonacapan e inclusive de estados vecinos, como Puebla.

Pero también están las historias de los familiares de quienes se encuentran internados en el hospital; personas que permanecen bajo el pórtico, tratando de resguardarse de la lluvia, y de deshacerse de los molestos mosquitos.

No es un hotel cinco estrellas, pero cuando el clima lo permite, desde el piso, acostados sobre cajas de cartón dobladas, tienen la mejor vista que el firmamento les pueda proporcionar, mientras esperan que salga alguna de las enfermeras o trabajadoras sociales para darles informes de sus pacientes.

“No nos podemos mover de aquí desde hace un mes en que quedó internado mi hijo”, comenta una madre, de esas mujeres luchonas que entregan todo por sus hijos hasta el último momento, que lleva cada noche y cada día durante el último mes, esperando a que alguien del hospital salga y le pida algún medicamento para su hijo, que sufrió graves quemaduras en su cuerpo y lo mantuvieron en estado grave, pero que poco a poco va mejorando.

La aplicación del clima reporta catorce grados y una humedad del cien por ciento, la llovizna sigue presente para cuando los voluntarios de la Cruz Roja comienzan a sacar la mesa, el termo con el café y las bolsas con pan, que amablemente ellos mismos adquirieron con sus propios recursos.

Cuando ayudar una vez no basta y sin importar la actividad realizada durante el día, esa noche todos se reunieron para sumar sus manos y proporcionar un poco de café y pan a las personas que aguardan fuera del hospital.

Algunos de ellos participan en las actividades de rescate que realiza la Cruz Roja; mañana, tarde o noche, pero eso no les basta, pues hicieron una vaquita y se armaron con una mesa, un termo y una cafetera.

Trabajando coordinadamente, instalaron rápidamente la mesa; no es la primera vez que acuden al hospital, así que muchas de las personas, que llevan varias semanas ahí durmiendo, ya conocen la mecánica y se forman una tras otra. Rápidamente, más de 50 personas estaban listas con su café en mano y caminaban al otro extremo de la mesa para recibir uno de los panes, que parecían multiplicarse por sí solos. A todos les tocó, hasta a las enfermeras y personal de seguridad, quienes posteriormente procedieron a cerrar con llave el acceso al hospital.

La misión aquí estaba completada, así que levantaron todo y se dirigieron frente al módulo mater, donde la escena era la misma; gente acostada sobre cartones esperando noticias de las madres y sus bebés que estarían por nacer esa noche. También había mujeres embarazadas que esperaban su turno para ser atendidas por el ginecólogo. 

Misma situación en el área de urgencias, donde se dio fin al cargamento y dio por concluida la misión de esa noche.

Maricela Mérida, coordinadora de los voluntarios de la Delegación Poza Rica de la Cruz Roja Mexicana, cuenta que el programa “Pan y Café” nació un par de años atrás en el hospital de Polanco, precisamente cuando uno de los voluntarios se percató de la labor de acompañamiento que desarrollan los familiares y que, muchas veces, destinan los pocos recursos con que cuentan para la compra de medicamentos, por lo que deben aguantar el hambre.

En la Ciudad de México, y a diferencia del voluntariado en Poza Rica, cuentan con el apoyo de una de las franquicias de cafeterías más grande a nivel nacional, que les proporciona el pan y café necesario; en el caso local, los insumos, desde el café y la azúcar hasta los vasos desechables, son aportados por los propios voluntarios, a quienes no les basta con brindar su tiempo y conocimientos en las labores de auxilio.

Al igual que ocurrió con el voluntariado en el Distrito Federal, los voluntarios de Poza Rica han buscado el apoyo de los supermercados, iniciativa privada o la sociedad civil, pero poca ha sido la respuesta al llamado, por lo que cada viernes desde noviembre del año pasado, siguen aportando de su propio dinero para dar continuidad a esta labor humanitaria.

No hay recurso que alcance y lo saben bien, por lo que solamente en una ocasión han podido llegar hasta el hospital del Seguro Social, aunque tienen la esperanza de que pronto más personas se sumen a la causa o que algunas empresas puedan aportar los insumos necesarios.

Esos voluntarios que dan más que su tiempo, conocimiento y habilidades para apoyar a los demás, son: Beatriz Lugo, Pablo Andrade, Arianna Hernández, Naomi Murguía, Blanca Cuellar, Alfredo Gómez, Pedro Zaleta, Javier Oliver, Alma Olmedo, Francisco Vargas, Rosalba Pelcastre, Benjamín Ruán y Nadia Fernández, coordinados por Maricela Mérida.