SIN MEDIAS TINTAS / La sociedad de la nieve / Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo

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Desde que soy niña escuché de esta historia. Descrita muchas veces con morbosidad: algunos la llamaban “Los caníbales de Los Andes”. Que cosa más alejada de la realidad. Los sobrevivientes de esta tragedia, al tener que comerse a sus compañeros fallecidos no realizaron un acto de canibalismo, el canibalismo es algo muy alejado a lo que ellos hicieron, pues no se comieron a otro miembro de su especie por gusto o placer, lo hicieron por necesidad de sobrevivir y a eso se le denomina: antropofagia de supervivencia.

De este hecho se ha escrito mucho, y se habían rodado dos películas alusivas, una de ellas mexicana -la primera y la segunda estadounidense- cuando ví que Netflix anunciaba el tráiler de esta tercer versión, estuve a la espera y oh sorpresa, que tremendo retrato de supervivencia humana trajo a la pantalla el director español Juan Antonio Bayona, de nombre “La sociedad de la nieve”, una adaptación del libro del escritor y periodista uruguayo Pablo Vierci.

Esta historia narra, el accidentado viaje que  presidente del, un Fairchild FH-227D con cuatro años de antigüedad, que debía transportar al equipo hasta la capital chilena, donde iba a jugar diversos partidos amistosos. La aeronave, pilotada por el coronel Julio César Ferradas, un experimentado piloto de la Fuerza Aérea, y por el copiloto, el teniente coronel Dante Héctor Lagurara, trasnportaba 40 pasajeros, entre ellos 19 miembros del equipo de rugby,  junto a los que viajaba un grupo de amigos y familiares, y los cinco tripulantes de la aeronave.

El avión se estrelló al final de la tarde. Primero se rompió un ala y después la otra; el brutal impacto partió el avión endos y la cola, junto con los pasajeros que iban sentados en esa parte del avión, fue despedida a centenares de metros. Todos fallecieron debido al choque. La parte delantera del avión se deslizó a toda velocidad por la ladera helada de la montaña hasta detenerse bruscamente. 

El frío extremo, el pánico, el dolor, la desorientación, los cadáveres que se acumulaban dentro del avión y los lamentos de los heridos más graves dibujaban un situación extrema con la que los supervivientes iban a tener que convivir durante más de 72 días. Tengo que confesarles que la vi dos veces y no puedo pasar por alto el hablarles de ella.

El nombre de esta obra maestra inmediatamente te habla de organización y cooperación. Te habla de unión para lograr un mismo fin: no morir. Aquellos jóvenes, con el ánimo de sobrevivir, organizaron una sociedad solidaria en la que todo pertenecía a la comunidad. Años después, en una entrevista, Gustavo Zerbino, uno de los supervivientes, declaró que "las normas aparecían y se aparecían por sí solas. La primera norma, que nunca fue escrita, pero no se podía romper, era que estaba prohibido quejarse. No te podías quejar. Al que se quejaba no le hablabas, no le dabas agua, no le dabas de comer, no le masajeabas los pies… solo hasta que decía 'perdón' y empezaba de vuelta.

¿Por qué? Todos estábamos fríos, todos teníamos hambre, todos teníamos miedo, todos esperábamos a nuestra madre. Solo nombrar a una madre, decir tengo frío o decir algo que era redundante, era algo negativo".

No morir durante más de dos meses sin comida, sin agua, sin ropa adecuada, y en condiciones de temperaturas extremas. Cuando la veía me preguntaba si yo o cualquiera que conozco lograría hacer algo así, con lo dependiente que nos hemos vuelto de la comodidad y de la tecnología.

La película es un viaje que te deja muy claro que el fracaso es el camino del éxito y el coraje es aceptar que existe el miedoy el valor para enfrentarlo. Hay que entender que nunca se llega a la meta solo y mucho menos se sobrevive si no sabes trabajar en equipo, en sociedad.

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