Sergio González Levet - 1x1, sin cortesía

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Sin tacto

 

Por Sergio González Levet

 

1x1, sin cortesía

 

Ni duda cabe que el 1x1 instaurado en buena parte de los cruceros conflictivos de Xalapa es una buena medida, un gratificante programa que involucra a los ciudadanos de manera efectiva, un ordenamiento que agiliza nuestra lastimera vialidad, pero… el pero es que, como tal, está erróneamente aplicado.

Y está mal porque al formularlo así: 1x1, en su mayoría, los conductores quieren pensar que significa: primero pasa uno, yo, y después pasa el otro. Y eso sucede porque casi todos los que intentan transcurrir de un lado a otro en esta capital, permanecen hastiados por las demoras y enojados por los enfrentamientos inevitables en el hacinamiento callejero a que nos condena Xalapa de lunes a sábado, y a veces hasta en domingos y días festivos, no hay que ser…

 

La bondad de esa medida estriba en un secreto muy bien guardado de la fluidez: si cada conductor cede el paso a un vehículo, la vialidad se agiliza de manera casi mágica.

En la ciudad de Aguascalientes, que fue pionera en la instauración de los cruceros intermitentes —a principios de los años 90 del siglo pasado, hace casi 25 años—, el programa fue concebido de manera diferente. Allá se llama: “Crucero de cortesía”, y los letreros tienen la leyenda: “Ceda el paso a un vehículo”.

¿Ven la diferencia? Dicho así, al conductor no le queda otra alternativa que pensar: llego a un cruce y me debo detener, tengo que dejar pasar a un vehículo (o a dos, en el caso de cruceros de calles múltiples, como hay muchos por acá) y entonces puedo pasar yo.

En las prisas por llegar, los conductores xalapeños olvidan la cortesía porque ya se sabe que la apuración es muy mala consejera. Y como van de malas, quieren pasar primero, avientan el coche en cada esquina y terminan haciendo más demoniaco el infierno en que se convierten nuestras calles todas las mañanas, todos los mediodías, todas las tardes, todas las noches y hasta muchas madrugadas, por la concentración absurda de vehículos, que padecemos como epidemia incurable.

Cuando se establece un programa público —del alcance y del talante que sea—, deben tomarse en cuenta todas las aristas y aplicarlo de la mejor manera posible. Frente a ese automovilista exasperado, ante ese chofer acostumbrado a no respetar ningún reglamento, contra la señora en su camioneta de lujo que se siente propietaria de las calles, solo queda dar órdenes claras y precisas, que no dejen lugar a la interpretación o a la duda, y ése no es el caso del bienintencionado letrerito que exhibe su limitado mensaje: “1x1”.

Párese usted un momento en el crucero infame que se forma al terminar el puente que da acceso a la Plaza Ánimas. Siga hasta el también múltiple que da rumbo hacia el bulevar Europa y la calle Justo Fernández, adelante del Club Britania. Trate de cruzar ileso la glorieta del Ferrocarrilero, junto a Los Sauces. He aquí ejemplos permanentes de malos tratos, de agarrones entre conductores, de peligrosos acercamientos… todo porque todos queremos pasar primero.

¿“1x1”? ¿Por qué no mejor le entramos al “Paso de cortesía”?

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