Sin tacto 11/12/15

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-El Gurú: poder y velocidad

 

Por Sergio González Levet

Lo veo entre triste y molesto. Acaba de leer la nota en su teléfono inteligente y le ha producido esas dos sensaciones encontradas.

Y dije que en su teléfono inteligente porque es un hombre de su tiempo, moderno, modernizado, que se entera de lo que pasa en el mundo a través de las redes y de Internet. Contra lo que muchos podrían suponer por su orientación hacia el pensamiento oriental, siempre me ha dicho que su parte mística se conlleva perfectamente con su lado contemporáneo. Censura a quienes, ya viejos, se pelean con la tecnología:

-Ya parece que un hombre y derecho -como la mayoría de los que conocemos y son nuestros amigos-, muchas veces un especialista reconocido en alguna área del conocimiento humano, no pueda registrar un nuevo contacto en su celular o no atine a tener su dirección de Facebook o de Twitter o de Instagram, o no pueda mandar un mail decente a un grupo de amigos, o no alcance a usar el GPS para llegar a algún lugar desconocido. ¡Esas cosas las puede hacer hasta un niño! Cuantimás un hombre o una mujer maduros e instruidos.

La molestia y la tristeza persisten, aunque esta mente de inteligencia maravillosa ha derivado la emoción hacia el análisis, y hace su catarsis a través del pensamiento, como los grandes hombres.

-Pero lo que me trae enojado y triste -reconoce su estado de ánimo- es la noticia del accidente que tuvieron cuatro auxiliares del senador Héctor Yunes Landa, quienes la madrugada del jueves 10 se volcaron en la trágica autopista hacia Coatzacoalcos, y perdió la vida uno de ellos, un muchacho de apenas 26 años, Aldo Giovanni Ruiz Mejía, que era un joven sano y trabajador, a juzgar por su edad, su apariencia y su oficio de fotógrafo en una campaña que ha sido intensa, y en la que él cumplía a cabalidad.

Me miró intensamente, un suspiro voló entre sus ojos y le dio un toque de humanidad a su mirada aguda e inquisitiva.

-Me da coraje que esto suceda porque es fruto de una concepción totalmente errónea -y trágica ya muchas veces- del ejercicio del poder. No sé por qué razón los políticos piensan que andar a altas velocidades en las carreteras y vivir la vida de prisa es una consecuencia natural de la vida de los funcionarios, estén en un puesto o no. ¿Por qué todo tiene que ser rápido, muy rápido?

En la medida en que va hablando, El Gurú ha ido pasando del enojo a la indignación, y puedo advertir que su razonamiento adquiere una mayor claridad.

-Mira, el hombre más poderoso que yo he conocido personalmente y de cerca fue don Fernando Gutiérrez Barrios, cuando era Gobernador de Veracruz, y su vehículo circulaba a 40 kilómetros por hora en la ciudad y a 110 en carretera. El Poder debería tomar esto en cuenta. ¿Por qué no emitir un decreto que obligue a todos los vehículos oficiales a circular respetando la velocidad permitida en calles y caminos? Con una medida así, no estaríamos lamentando la muerte de personas productivas y en pleno auge de sus vidas.

Se levantó y se fue caminando casi sin despedirse… solamente alcancé a escuchar una palabra que se difuminó como un estribillo:

 

-Lamentable… lamentable... lamentable…