Se olvidan de Héctor
Su madre y pareja andan impunes en el estado
Nula importancia dan al maltrato que recibía el menor
Redacción
Martínez de la Torre
Indiferencia, tortuguismo y nula importancia es lo que han demostrado las autoridades del Ministerio Público Especializado en Delitos Sexuales contra la Familia y el Menor, al igual que la Procuraduría General de Justicia del Estado, dejando el caso de Héctor en la “congeladora” como dicen cotidianamente a los deportistas.
Ya son más de 15 días de que fue descubierto el infierno de Héctor, un menor de tan solo ocho años que vivía bajo el yugo de una cadena que lo acompañaba noche y día, su madre Dania García Oviedo, y su pareja sentimental, Ana María Guittings, se siguen paseando impunemente gracias al tortuguismo de las autoridades ministeriales.
El menor en días pasados fue entregado a su padre, pero las autoridades han hecho nulo caso de la situación de este menor que fue víctima de maltrato, tanto de su propia madre como de su pareja, pues al pequeño lo golpeaban ambas mujeres.
Estos se hechos se dieron en la casa marcada con el número 119, de la privada San Carlos número 119, del Fraccionamiento El Roble, donde ahora los vecinos del lugar comentan después de tanto tiempo, que efectivamente fueron varias o muchas madrugadas que escuchaban quejidos de un niño, pero no sabían a ciencia cierta que dentro del número antes citado había un infante maltratado y encadenado.
Por otra parte, autoridades ministeriales siguen contradiciéndose con que hay una investigación abierta, y que por temor a que se les caiga el trabajo investigado se han portado herméticas y no dan una sola declaración en torno al caso, pero mientras tanto la madre y su pareja se pasean impunemente por el estado.
Lo más triste de todo, es que no han pagado su delito, ni lo pagarán porque la autoridad ministerial sigue “investigando” un caso que está muy claro, pues desde el momento del rescate se pudo comprobar el maltrato físico hacia el pequeño, y el daño psicológico sufrido, ya que fue encontrado con una cadena en el cuello y moretones en diversas partes del cuerpo, producto del castigo que recibía de su desnaturalizada madre y de la otra mujer, ambas extrabajadoras de la Clínica 28 del Instituto Mexicano del Seguro Social, en esta ciudad.