¡Miseria y desolación!
-La riqueza petrolera extraída por años por Petróleos Mexicanos, contrasta con las condiciones en que viven la mayoría de las familias de la zona.
Por Édgar Escamilla
A pesar de la riqueza que Petróleos Mexicanos (Pemex) y las compañías petroleras extrajeron de las comunidades de la zona norte de Veracruz, las poblaciones continúan en condiciones de pobreza y rezago social, mientras sus jóvenes siguen migrando a otras ciudades o a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida. En los pueblos se han quedado los ancianos, quienes no tienen la oportunidad de lograr un empleo, por lo que se ven obligados a aceptar lo que encuentren.
Recorrer las comunidades de municipios como Coatzintla o Papantla, es encontrar poblaciones en las que predominan niños y ancianos, porque los jóvenes han salido en busca de mejores oportunidades de empleo. Se puede apreciar cómo han cambiado los estilos de vida, dejando a un lado las cómodas y frescas casas de tarro, lodo y palma, por las construidas con block y cemento.
En cada uno de estos lugares se pueden observar escuelas que fueron rehabilitadas por Pemex y las compañías petroleras a través del Programa de Apoyo a la Comunidad y Medio Ambiente (PACMA). También se pueden encontrar casas de salud, baños secos y hasta estufas ecológicas, pero la gente sigue viviendo con 100 pesos al día que reciben por jornal.
Los más ancianos, como el señor Manuel Gaona, habitante de una de las comunidades de la zona rural de Coatzintla, a sus 82 años, debe salir diariamente hasta la ciudad de Poza Rica para buscar trabajo, lo que representa casi 60 pesos diarios de pasaje. Usualmente labora como empacador voluntario en los supermercados y sobrevive con las propinas que recibe de los clientes, aunque no siempre le alcanza para comer.
“No gano nada, todo se va en pasajes”, señala mientras conversa con los reporteros en el patio de su casa, ubicada frente a uno de tantos pozos petroleros de esta zona.
Para comer tiene que echar mano de sus pollos; esta semana tendrá que sacrificar uno de sus cerdos, venderá la carne a 50 pesos el kilogramo, lo que le servirá para sobrevivir unos días más en los que encuentra trabajo.
Cuando no puede trabajar como empacador, va recorriendo la ciudad de casa en casa con su mochila aspersora para fumigar los terrenos, pero en la actualidad son pocas las personas que contratan este tipo de servicios. Cuando logra alguno, suele cobrar 200 pesos por su día, pero de igual forma buena parte lo invierte en pasajes.
Antes trabajaba la milpa, pero ahora la tierra ha sido utilizada para sembrar naranja, lo que provoca que casi toda la gente trabaje fuera. Él y su esposa, enferma de diabetes, reciben el apoyo por parte de Prospera, pero el último pago no lo han recibido.
Ese mismo día se entera que el Partido Acción Nacional (PAN) en alianza con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha ganado la elección en Veracruz. “Qué bueno porque el PRI aquí no da nada, nunca ha dado nada”, ahora espera que el nuevo gobernador del estado realmente cumpla sus promesas.
Se define como perredista desde la creación de ese instituto político, desconoce que Andrés Manuel López Obrador ya no milita en él y que ahora forma parte del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), aun así, está esperanzado en que el político tabasqueño gane la presidencia de la república porque está seguro que le aumentarán la pensión para adultos mayores.
En Emiliano Zapata, una de las comunidades del municipio de Papantla, ubicada a casi 50 kilómetros de la localidad donde vive don Manuel Gaona, según comenta el señor Gumercindo González Sánchez, agente municipal, la realidad no es muy diferente.
En Zapata, además de que deben enfrentar la contaminación, producto de la industria petrolera, los jóvenes están migrando a los campos en otros estados como Tamaulipas ante la falta de trabajo en los cultivos de la región.
Muchos de ellos habían estado trabajando para las compañías petroleras. “Aquí podías ver en las mañanas en el monumento de Zapata como se juntaban para irse con las compañías, ahora ya no hay nada, son pocas las que quedan.
Dentro del polígono de la comunidad, se encuentra la Central de Turbinas San Andrés, está concesionada a la empresa venezolana Oleorey, pero a pesar del impacto que genera en la población por el excesivo ruido de las turbinas y la luz, así como el calor que emite el quemador, no representa beneficio alguno, por lo que la población sigue careciendo de servicios básicos.
Muy cerca de ahí se encuentra el puente El Remolino, una estructura de acero que cuelga sobre el río Tecolutla, que fue construido durante el auge de la industria petrolera en el campo San Andrés, pero que al paso del tiempo, fue abandonado para evitar invertir más recursos en su mantenimiento. Hoy la mole de acero se deteriora rápidamente y permanece como recuerdo de la bonanza petrolera de la región.
Estas comunidades fueron testigo del surgimiento de la industria petrolera en el siglo pasado, del cómo surgieron ciudades como Poza Rica que se consolidaron como polos de desarrollo y hasta el momento, siguen padeciendo las mismas carencias, mientras sus recursos naturales fueron explotados para beneficio de la nación.