Deslumbra Daniela Liebman en su debut en Bellas Artes
Ciudad de México.- .- Su mirada reveló más que cualquier palabra. Ahí estaba con sus 11 años y una sonrisa estampada en el rostro, conquistando al público del Palacio de Bellas Artes. El “sueño” cumplido, a decir de su madre: presentarse en el escenario artístico más importante del país y triunfar, levantar al público de sus asientos, recibir una prolongada ovación y regresar al escenariovarias veces obligada por los aplausos.
Las localidades para ver a Daniela Liebman se agotaron dos semanas antes. Afuera del recinto de mármol los revendedores ofrecían boletos de acceso mientras seguían llegando espectadores poco habituales a los conciertos de Bellas Artes: familias completas, acompañadas de sus hijos más pequeños. “Me explicó mi abuela sobre Daniela y se me antojó venir y aquí estamos. Su ejemplo me parece muy bueno, porque ella inspira mucho para tocar instrumentos y saber cómo tocar”, expresó a Excélsior el pequeño Sebastián Sarti, que con la misma edad de la pianista acudió con su familia a la presentación.
Otros tuvieron menos suerte y debieron conformarse con ver el concierto a través de la pantalla que el Instituto Nacional de Bellas Artes instaló en la explanada. “Va tener que resistir el calorcito: no importa, es una gran oportunidad y es un marco maravilloso”, dijo la geógrafa Silvia Ríos, quien resistió los 22 grados centígrados del mediodía para ver a la pequeña Liebman.
“Específicamente vengo a eso, he visto algunos reportajes en periódicos, en los medios de comunicación he visto la trayectoria de esta niña y es algo que me parece maravilloso. Creo que es lo que nos falta en este país, más educación artística sobre todo para la juventud, para los niños”, agregó. Pero no todos estuvieron dispuestos a resistir, los lugares dispuestos para ver la función al aire libre nunca lucieron completamente ocupados.
Adentro fue diferente: la sala estaba totalmente llena y la función a punto de comenzar. El Preludio a Apollo et Hyacinthus, de Mozart, terminó con el silencio. Después la batuta de Anatoly Zatin dirigió la Sinfonía Op. 12 núm. 4 en re menor La casa del diablo, de Luigi Boccherini. El siguiente paso fue como recibir un premio para Daniela Liebman, al menos así lo considera su propio maestro, el propio Zatin: “En esta profesión no hay milagros, es estudio, estudio, estudio, clases, clases y clases, después los conciertos vienen como un premio”.
Y Daniela Liebman recibió el presente totalmente, primero ejecutando el Concierto para piano y orquesta núm. 8 en Do Mayor, de Mozart (pieza que tocó por primera vez a los nueve años con la Filarmónica de Jalisco y con la Orquesta Rachmaninov en el Festival internacional de Kazajistán) y después con las cuatro veces que se vio obligada a regresar al escenario para seguir tocando.
“Ellas es súper talentosa, pero, como dicen, el talento nada más es el 10 por ciento y 90 por ciento es trabajo y preparación, preparación bárbara, y trabajo bárbaro sin talento no funciona, talento sin trabajo tampoco funciona. Daniela tiene estas dos cualidades: trabajo y talento”, había dicho de ella su maestro. La pequeña Liebman mostró todo el trabajo que tiene detrás, la disciplina con la que ha estudiado en los últimos años.
Su rostro brilló aún más con el vestido de terciopelo rojo y lentejuelas que su madre le confeccionó. La experiencia en otros escenarios del mundo salió a flote: saludar al primer concertino y al director huésped de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes e inclinarse respetuosa y señorialmente frente al público para agradecer los aplausos. A cambio de ello la niña Liebman se puso ante el piano en cuatro ocasiones y levantó hacia la sala el rostro iluminado de agradecimiento y emoción.