OPINIÓN / Entrevista Silvia Cherem / RAUDEL ÁVILA
Silvia Cherem es una periodista de larga trayectoria en los medios de comunicación. Es autora de varios libros. A fines del año pasado publicó el libro POR NUESTRAS LIBERTADES (ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE), a propósito del cual nos concedió esta entrevista.
¿Qué la motivó a escribir POR NUESTRAS LIBERTADES (ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE)?
Me cimbró la desinformación, la manipulación, las mentiras y la propaganda, el supuesto interés en el pueblo palestino que, en realidad, se ha convertido en un aval del terrorismo y un apoyo ciego al régimen de los ayatolas de Irán en su lucha contra los infieles”; en ese objetivo de fomentar intifadas en Occidente y destruir el tejido liberal y democrático que nos une. Me refiero, por supuesto, a la destrucción paulatina de los valores judeo-cristianos y del credo liberal que dan fundamento a nuestra visión de mundo.
Es increíble que el mismo 7 de octubre de 2023, cuando todavía había terroristas en Israel, cuando se vivía el estupor frente a la peor carnicería jamás vista —el salvajismo y cinismo de Hamás asesinando, violando, torturando, decapitando y quemando vivos a 1240 personas de 31 nacionalidades y, además, filmando y proyectando sus actos atroces—, en Occidente comenzó una campaña muy bien orquestada de años atrás por Irán y la Hermandad Musulmana, para clamar por una “Intifada” en Estados Unidos y otras sociedades occidentales. Vociferaban apelando al caos total, al derrumbe institucional democrático. La excusa, atroz por donde se le mire, porque aún había terroristas en Israel, porque aún Israel no había disparado una sola bala y estaba recogiendo fragmentos de cuerpos, era cuestionar la legitimidad del Estado de Israel, perseguir judíos y culpar a Israel de lo sucedido.
En nombre de la supuesta “libertad de expresión”, se permite todo: que con el rostro cubierto, yijadistas y jóvenes adoctrinados, tontos útiles enmascarados con una kufiya, generen desórdenes públicos y violencia, que quemen la bandera de EUA y de otras naciones de Europa, que persigan judíos por el simple hecho de serlo... Frente a nuestros ojos, en pleno siglo XXI, se está incubando el huevo de la serpiente con una doble moral inaceptable, cobijando la satanización de Israel y de Estados Unidos, de las sociedades liberales occidentales, en nombre de supuestos “derechos humanos”.
La hipocresía es rampante. Si tras la Primavera Árabe hubo 500 mil muertos y millones de desplazados de la tiranía de Bashar Al-Assad o números similares en Sudán, nadie salió a las calles a protestar, a nadie le importaron esas vidas humanas. Tampoco vimos en Occidente una sola manifestación en contra de los 240 mil asesinados en Afganistán u hoy mismo, nada del genocidio que se vive en China contra los uigures, musulmanes suníes que habitan en Xinjiang, que han sido “reeducados” y que son víctimas de detenciones arbitrarias o trabajos forzados. Aunque impera la censura, se sabe que son torturados, reprimidos o asesinados a manos del regimen; se habla de alrededor de un millón de uigures detenidos en campos de internamiento donde los que no mueren de palizas o torturas, fallecen de inanición.
¿Dónde han estado los defensores de los “derechos humanos”? Los que se rasgan las vestiduras para condenar a Israel olvidando cómo comenzó esta guerra, desdeñando lo que hizo Hamás el 7 de octubre en Israel, porque hay que insistir: la guerra no la comenzó Israel. El 6 de octubre había paz. El 6 de octubre no había un solo judío en Gaza. Desde 2007 ahí gobierna Hamás.
Más de 500 días después aún hay secuestrados en los túneles que construyó Hamás con los billones de dólares anuales que recibe de Occidente y que no han servido, ni un quinto de ellos, para lo que estaban destinados: para procurar el bienestar del pueblo palestino.
Por eso digo que es la ideología occidental a modo. Por eso digo que los “derechos humanos” se han torcido con la ideología woke, que ha puesto un énfasis desmesurado en su propaganda y concepción de mundo, en ese discurso de colonizados-colonizadores, de blancos opresores, de dominantes y dominados, etiquetas de interseccionalidad y cuestionamiento al capitalismo y las estructuras del poder, con las que se pretende condenar a los judíos y a Israel, a quienes consideran “blancos colonizadores”, aunque Israel sea una de las sociedades más multiculturales del mundo. Lo acusan también de promover el apartheid y la limpieza étnica, ¡patrañas para ignorantes!, porque basta ver la composición étnica y religiosa del Estado de Israel, donde el 21% son árabes-israelíes que participan en el Ejército, la vida social y educativa, hasta en el Parlamento.
Escribí porque perdí el piso el 7 de octubre de 2023, porque se cayeron las máscaras, porque se transparentó el odio y se evidenció que el antisionismo no es más que un tsunami de antisemitismo. Un discurso ruin, promovido por las redes y los medios, que sostiene que el pueblo judío no tiene derecho a existir —algo que jamás le restarían a ninguna otra minoría—, deslegitimando el derecho a una tierra histórica donde ha habido permanencia judía durante más de 3 mil años.