Manuel Zepeda Ramos - Canales navegables

el

Piedra Imán

Manuel Zepeda Ramos

Canales navegables

FIL. Esta gran feria, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, orgullo ya de México ante el mundo —es una de las tres más importantes del Planeta—, está por celebrar una más de sus ediciones al término del año, ahora dedicada a la nación Argentina.

La inminencia me trae a la memoria una de ellas, que se celebró en el año del inicio de Felipe Calderón como presidente, en medio de un caos en San Lázaro. Sin precedente y de vergüenza.

Celia del Palacio —quien por cierto está por cumplir o ya cumplió un año más de vida—, me invitó a participar en ella, en la Feria, con un tema acerca del mecenazgo en la cultura.

Allí dije, entre otras cosas, que ese mecenazgo debía de estar siempre en manos del Estado, pero había que ayudarle. Sigo pensando lo mismo.

 

Ahora que están aprobadas las reformas estructurales en un esfuerzo democrático destacable con miras al futuro de verdad, también opino que al Estado debemos ayudarle.

La baja real del precio del petróleo ha prendido los focos preventivos en el Planeta.

Nuestro país no escapa a estas consideraciones; tanto, que el Ejecutivo federal ha enviado ya al Senado de la República modificaciones de fondo al presupuesto del 2015. El legislativo ya ha tomado nota y turnado a las instancias correspondientes: ha bajado dos pesos al precio del crudo.

Es tiempo que las instancias inteligentes de México empiecen a trazar canales navegables que permitan coadyuvar, lo más que se pueda, en la construcción del nuevo México que queremos, sobre todo ahora que se pueden presentar obstáculos universales ineludibles.

En Veracruz, considero a la Universidad Veracruzana la principal instancia inteligente que pudiera marcar rumbo en la búsqueda de esos canales necesarios y suficientes.

Me anima a pensar en ello porque conozco a mi Casa, a la gente que la habita y a las fortalezas que ha construido desde su fundación, el 11 de septiembre de 1944.

Me acicatea también el dicho de Luis Carlos Ugalde, aquel Presidente del IFE que tan mal le fuera en la elección del 2006, ahora convertido en académico analista de las tragedias nacionales.

El Doctor Ugalde dice, en su más reciente investigación, que la Cámara de Diputados ha construido con el paso del tiempo un presupuesto que está al servicio de los diputados —algo así como el 10 por ciento del presupuesto que se aprueba—, para que hagan negocio y construyan sus futuros en las entidades que representan. Crítica fuerte, sin duda, que podría convertirse en escándalo.

Pero la puerca tuerce el rabo cuando don Luis Carlos dice que entre los beneficiados con estas disposiciones están las Universidades cuyos rectores se compran aviones para su servicio a costa del presupuesto aprobado por el legislativo federal y negociado al antojo de los diputados.

Allí me caliento.

Seguramente se refiera a un caso, el de la BUAP, a cuyo rector fotografiaron con todo y su familia trepado en un Citation II de 900 Km por hora en su velocidad de crucero en espera del inicio de un viaje de placer, así decía la nota de prensa que yo entiendo tendenciosa porque nunca más se volvió a tocar y mucho menos imaginar que ese avión pudiera haber sido alquilado o prestado.  

Si ese fuera el caso —el de la BUAP—, la generalización no aplica. Nuestra casa de estudios jamás ha estado inmiscuida en estos menesteres de componendas con los diputados, si es que realmente los hubiere en otras instancias de Educación Superior.

Como respuesta a este desaguisado del investigador de marras —atrevido, provocativo y fuera de contexto—, si puedo decir que las universidades de México serían las grandes coadyuvantes en tareas de gobierno necesarias para su mejor marcha.

Las tareas de investigación aplicada podrían ponerse al servicio de la producción, en donde se sucedería un trabajo de simbiosis necesario entre el académico universitario y la instancia de gobierno encargada de poner en marcha proyectos productivos, estatales y federales.

Ya encarrerados, el servicio social tendría otra vez su razón de ser, al servicio del desarrollo de las comunidades depauperadas rurales y urbanas, como una manera de devolverle al pueblo lo que este hizo para que los universitarios tuvieran acceso a la Educación Superior con bajos costos.

Todo este conocimiento y práctica tendría por supuesto un costo, pagado por la federación o por  gobiernos estatales, que le daría fondos extraordinarios para incrementar el rubro de ingresos propios. La UV estaría en la primera línea con sus grandes fortalezas de investigación y servicio.

El gran pilar de apoyo de la Universidad Veracruzana, sus grupos artísticos, sería un producto de gran penetración y oferta que debería ser codiciado por la Federación. Conaculta habría de acordar un presupuesto vía convenio con la UV, año con año, con actividades concretas para tener una oferta artística de largo aliento, sin precedente, que la pudiera movilizar por todo el país para satisfacción de quienes podrían adquirir espectáculos artísticos, conciertos y actuaciones didácticas de calidad, necesarios para la formación de los futuros ciudadanos.

Esta propuesta no es nueva. Hace años, cuando Juan José Bremer era Subsecretario de Cultura del gobierno federal, los grupos artísticos de la Universidad Veracruzana estuvieron movilizados por largos meses —algunos artistas viejos que todavía quedan lo podrán constatar—, en la frontera norte de México, llevando solaz y esparcimiento, cultura, a ese numeroso núcleo de población.

Hay pues, canales sujetos a experimentación que pueden dar resultados.

 

¿Por qué no navegarlos?