Sin tacto 19/5/17

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“Una vida sin celular, por favor”

Por Sergio González Levet

Se los cuento como me pasó, porque a todo el mundo le sucede irremediablemente: de pronto la pila de mi celular empezó a fallar, no duraba casi nada y tuve que tomar medidas para cambiarla. Pero al sustituir la batería, algo le pasó al aparato, y lleva tres días con el técnico.

Lo puedo afirmar porque lo he vivido: no tener celular es como estar en el infierno y es como estar en el paraíso. Yo apenas estoy cumpliendo 72 horas sin él, pero mi hija Mariana pasó por una situación mucho más intensa, pues estuvo un semestre sin teléfono.

Ella me ha hecho el favor de escribir sobre su experiencia, y eso me permite que a continuación le deje el espacio, que llena mucho mejor que yo:

“Si alguien de 1960 leyera la palabra celular, pensaría en muchos significados, pero probablemente no adivinaría que es un teléfono, y si leyera que el iPad es una pantalla que refleja cómo piensa su usuario, sabría que está en el futuro.

“Tal vez si este personaje de 1960 se rehusara a adaptarse a la nueva costumbre (o adicción) de usar estos aparatos, tendría pocas opciones. A la larga, hubiera terminado por caer en la tendencia, porque eso hacemos los humanos: nos adaptamos.

“Ignoramos lo que es pasar seis meses sin celular. Pues me sucedió a mí, y me acostumbré tan rápidamente a la ausencia de aparatos que me di cuenta de que no es algo que cualquier persona en la actualidad haría. Pero más importante, no aprendería lo que yo aprendí. Tal vez fue cosa del destino y me sirvió para valorar lo que realmente tiene valor.

“Es muy fácil perder tu iPhone, tu smartphone, que se descomponga tu tablet, pero existen muchas copias más de estos mismos aparatos, se pueden reemplazar. Cuando pierdes a alguien que te importaba siendo tú alguien a quien le importan muy pocos, ésa es una pérdida real e insustituible. Ya estaba comenzando a pensar que hay más de 7 mil millones de personas y que alguien perdido era reemplazable.

“Así que cuando te roben tu celular (que no se lo deseo a nadie, pero son cosas que a cualquiera le pueden pasar), o cuando tu tablet se rompa, no te preocupes porque de seguro tienes al menos a una persona que te ama y si tú no la aprecias, ni la conoces, no te das cuenta.

“Y si aún te quejas porque perdiste un aparato, te invito a dejarlo al menos una semana porque nos están convirtiendo en robots, nos están obligando a pensar diferente, a consumir.

“En el tiempo en que estuve sin celular, aprendí que me convertí en una persona más humana al ver a los ojos a alguien, en lugar de verlos por una pantalla. Ya estaba comenzando a comparar mi teléfono con mi corazón y lo peor de todo es que últimamente el celular actúa figurativamente como el corazón romántico: sólo a las personas que tienen nuestro corazón romántico es a quienes permitimos que usen nuestro celular, que se ha convertido en algo tan privado y ya tan íntimo.

“También comenzaba a comparar a mi tablet con mi cerebro porque cuando empezó a fallar y se descompuso, mis ideas también comenzaron a fallar. Por eso decidí descansar un tiempo de la tecnología y comencé a dibujar de nuevo, a observar las pequeñas cosas de la vida que me daban alegría y que las había olvidado por estar esperando un mensaje de WhatsApp y frustrarme por lo tarde que llegó o por la foto que no pude enviar.

“Nadar en un manantial y notar a un ave volar sobre ti es algo que les deseo a todos, o hablando en lenguaje más moderno y entendible para esta época: ese experimento va a configurar tu alma”.