Vladimir y Volodímir, en la búsqueda de un diálogo urgente.
Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Vladimir Putin tomó la decisión de declararle la guerra a Ucrania. Sí, y ha quedado como el malo de la historia para muchos, hay quien lo ha llegado a calificar como el Hitler del siglo XXI, ¡hágame usted el favor! Sabemos que iniciar un conflicto bélico no es algo que estemos todos deseando. No. Ya hemos tenido mucho con dos años de pandemia debido al COVID 19, cómo para hacernos la vida complicada, pensando en una guerra. ¡Por favor!
Pero el presidente de Rusia, tiene su propia versión de los hechos, y es normal, todos construímos nuestras realidad como nos conviene. Se las cuento:
Fíjese, desde 2014, fuerzas ucranianas de tintes neonazis, de origen golpista, asesinan a diario a población de ascendencia rusa en el Donbass, el mundo occidental, la ONU y los medios tradicionales se hicieron de oídos sordos y ojos ciegos durante ocho años, obvio, eso cansa.
Rusía en su momento pidió garantías jurídicas, pero nadie hizo caso. Después La OTAN, EEUU y la Unión Europea, financian impunemente a Ucrania, y la ONU calladita sin decir nada. Rusia pide que Ucrania se comprometa con el respeto a los acuerdos de Minsk 1 y 2, y que deje de agredir a los rusos de Donbass; Ucrania lo ignora y Francia y Alemania guardan silencio, luego también pide que la OTAN no se extienda hacia sus fronteras, y que no adhieran a Ucrania ni a Georgia. Europa responde que están en todo su derecho de hacer lo que les venga en gana. No responden a las garantías jurídicas que Rusia acordó con EEUU a inicios de los 90.
EEUU, mientras tanto se dedicó a envíar más de 300 toneladas de armas largas a Ucrania y miles de millones de dólares a las fuerzas armadas ucranianas y amenaza constantemente a Rusia con sanciones.
En 2020 y 2021, se aprobó en la ONU una resolución que condena el nazismo, el neonazismo y el fascismo en todas sus formas. EEUU y Ucrania votaron en contra. Casi toda Europa se abstuvo. La ONU guardó silencio, según él.
Hoy que el vaso se le derramó, todos lo señalan. Pero todo lo que lo que acabó de narrar es lo que Vladimir, en su narrativa propia vivió, y lo que lo respalda para ejecutar los hechos que hemos visto en los últimos días.
Obvio el presidente Ucraniano, Volodímir Zelenski, y el resto de naciones, tienen otra perspectiva, y es que es normal, cada quien ve las cosas desde su punto de vista, todos tenemos diferentes historias de lo que sucede y en base a ellas actuamos.
El problema viene, cuando no logramos ponernos de acuerdo, cuando nos cerramos a nuestros dichos, y no queremos dialogar ni buscar entender al prójimo.
Algunos dicen que Putín se cansó de no ser escuchado, otros solicitan que se escarbe bien en la información para saber por completo lo sucedido y de ahí tomar posiciones, lo malo es que entre que son peras o manzanas, ya el conflicto se desencadenó horas despues del temino de los juegos olimpicos de invierno, eso sí para no echar a perder la fiesta deportiva.
Sabemos que la guerra conviene para intereses económicos de muchos, y que por desgracia, lo pagan los que menos tienen, sabemos que correrá sangre, lágrimas, que se generará una destrucción terrible y un sufrimiento no deseado.
Por desgracia el humano no sabe entablar otras formas de solución más que la imposición de fuerza y poderío, cuando se trata de hablar y no es escuchado. Los límites se rebasan, y se pierde el control.
Cuando se busca lograr una comunicación efectiva es indispesable que se consiga retroalimentación que construya, que señale que recibe los mensajes enviados y que al procesarlos puede aportar en la edificación de “bienes sociales” (de cualquier tipo, no solo materiales), de acuerdos. En política, muchas veces se contruyen paredes de acero. Y eso es lo que antecede a un conflicto bélico, alguien que no escucha y que solo impone. Es así de sencillo. Vladimir y Volodímir necesitan sentarse a platicar con oídos sanos, con ganas reales de entendimiento.