La Nao de China / India y Pakistán: lecciones geoestratégicas / Adolfo Laborde

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El reciente enfrentamiento armado entre India y Pakistán no es un hecho menor y representa un punto de inflexión en el actual reacomodo geopolítico global. Sumado a lo que ocurre entre Rusia y Ucrania, este choque podría tener implicaciones directas en conflictos latentes como el de China con Taiwán o las disputas territoriales que mantiene con Japón, Filipinas y Vietnam, por mencionar solo algunos.

El conflicto se desató el pasado 22 de abril, tras un atentado terrorista en Pahalgam, en la región india de Cachemira, que dejó 26 civiles muertos. India atribuyó el ataque al grupo Lashkar-e-Taiba, con base en Pakistán, y respondió con la llamada Operación Sindoor, una serie de ataques aéreos y con misiles dirigidos a campamentos terroristas tanto en territorio pakistaní como en la Cachemira administrada por Pakistán.

Los enfrentamientos entre estos dos países, ambos con capacidad nuclear, no son nuevos. Se remontan a 1947 con la Partición del Raj británico, que dio origen a dos Estados independientes: India (de mayoría hindú) y Pakistán (de mayoría musulmana). El epicentro del conflicto ha sido Cachemira, una región de mayoría musulmana que optó por unirse a India, decisión que Pakistán nunca aceptó.

Desde entonces, se han registrado varios conflictos armados: la primera guerra (1947–1948) que terminó con la división de Cachemira; la segunda guerra (1965), iniciada por Pakistán, sin cambios territoriales; la tercera guerra (1971), vinculada a la independencia de Bangladesh, con una clara derrota para Pakistán; y el enfrentamiento de Kargil en 1999, ya con ambos países convertidos en potencias nucleares.

En el escenario actual, tras el alto al fuego anunciado el pasado 10 de mayo, los análisis geoestratégicos deberán incorporar lecciones clave del componente aéreo del conflicto. Según diversos especialistas militares consultados, más allá de la narrativa mediática sobre quién ganó, India –pese a contar con mayor poderío militar– tendrá que reconsiderar sus estrategias si quiere evitar la percepción de que Pakistán salió fortalecido.

Aunque aún no hay confirmación oficial, existen reportes que indican que las capacidades aéreas de India –basadas en una flota diversa con aviones de origen ruso, francés, británico e indio (Su-30MKI, Rafale, MiG-29, Jaguar, Tejas, entre otros)– fueron superadas en algunas misiones clave por la efectividad de los pilotos pakistaníes. Estos, por su parte, operaron aeronaves de origen chino (JF-17 Thunder, Chengdu F-7PG), estadounidense (F-16) y francés (Mirage III/V).

Este resultado no solo impacta en la narrativa política interna de ambos países, sino que también influye en decisiones estratégicas a nivel internacional. Para los Estados que enfrentan tensiones latentes, los aprendizajes de este conflicto podrían ser determinantes a la hora de decidir si negociar o escalar. Lo mismo aplica para la industria militar global: los resultados en combate real elevan o devalúan la percepción sobre ciertos equipos, afectando futuras adquisiciones militares.

Lo cierto es que, tras este choque, las decisiones militares ya no podrán basarse únicamente en la cantidad de armamento disponible. La estrategia, la preparación, la interoperabilidad y la capacidad de disuasión cobran un papel cada vez más relevante.

La buena noticia, al menos por ahora, es que el peligro de una escalada entre India y Pakistán –y, por tanto, el riesgo de un conflicto nuclear— parece haberse contenido.